La música pop más reciente suena toda igual, científicamente probado. Esta es la conclusión a la que ha llegado unos investigadores del CSIC después de analizar más de 400 mil canciones de entre 1955 y 2010, registradas en el Million Song Database (esto equivaldría a 1200 días de escucha ininterrumpida). El artículo está publicado en Nature y pone de nuevo en contacto música y ciencia.
Este faraónico análisis se ha basado en unos algoritmos que tenían en cuenta el tono, el timbre y el volumen de las canciones. El estudio detecta una constancia de estos patrones a lo largo de la evolución musical del pop. Pero además, refleja que ultimamente la mayoría de las canciones se parecen más aún que antes. Y encima suenan más alto.
Seguramente que a esta conclusión también hemos llegado más de uno cuando escuchamos los 40 principales. Sin necesidad des estar 1200 días con la emisora puesta, claro. Ahora, nuestra percepción tiene una base científica que nos arma de razón para poder criticar la música pop más comercial.
No digáis que no os esperabais esto. Lady Gaga suena (y baila) igual que Madonna, Coldplay se apropió del estribillo de Ritmo de la noche de Mystic, The Offspring le cambió la letra al Obla Di Obla Da de los Beatles, y seguro que se os ocurren muchos más ejemplos. ¡Qué descaro!
Aunque, detengamos por un momento nuestro regocijo e indignación y pensemos. Resulta que las notas musicales, en nuestra cultura occidental, son sólo 7 (y sus alteraciones, con sostenidos y bemoles) . Así que, hay muchas combinaciones posbiles entre ellas, pero no son infinitas. Además, nuestro cerebro, al que le satisface mucho escuchar música, no es un entusiasta de las aventuras e innovaciones. Es decir, cuando escuchamos una serie de acordes (llamémosles canción) el cerebro se anticipa y predice cuál es el que irá a continuación. Espera que sea ese y no otro. Si resulta que el acorde que suena no es el esperado, el cerebro no segrega la dopamina y a nosotros no nos gusta la canción. Eso no significa que nos gusten más las canciones repetitivas. En absoluto. La gracia de un compositor (ya sea de música clásica o de pop comercial) está en saber generar una tensión tonal, mantenerla y resorverla justo en el momento adecuado. Según Robert Zatorre, científico argentino que estudia la respuesta del cerebro a la música, la dopamina se libera en dos momentos: durante la tensión de los acordes y en su resolución. Por eso el jazz no es mainstream, y la canción del verano sí. Una música es más fácil de escuchar que otra según la dopamina que pueda llegar liberar. Aunque podemos educar nuestro cerebro, claro. Los gustos musicales, tal y como explicó en el Cosmocaixa el profesor Gary Marcus, tiene que ver con lo que uno ha escuchado desde pequeño.
Por tanto, los científicos del CSIC han comprobado algo que ya nos olíamos (o escuchábamos). Han dado el argumento definitivo a los más fervientes detractores de Justin, Rihanna y compañía. Pero en el fondo estos artistas no tienen ninguna culpa. La música, como todo hoy en día, es un negocio. Y sin necesidad de un estudio científico, los mega productores musicales ya saben lo que funciona y están dispuestos a exprimirlo al máximo. A pesar de que se repitan más que el ajo.
¿Eso significa que no hay plagios sino repeticiones inevitables? Veremos como pueden llegar a interpretar los jueces este estudio. De moment, que cada uno saque sus propias conclusiones musicales.
¿Eso significa que no hay plagios sino repeticiones inevitables? Veremos como pueden llegar a interpretar los jueces este estudio. De moment, que cada uno saque sus propias conclusiones musicales.