domingo, 23 de marzo de 2014

Una actividad de riesgo

Comer es una actividad de riesgo. La frase no es mía, está sacada de un documental canadiense titulado "Homo toxicus" (dirigido por Carole Poliquin) que emitieron el pasado sábado en La Noche Temática. Y a raíz de verlo pienso que no solamente es una actividad de riesgo comer, sino también ducharse, hidratarse y maquillarse,  jugar con depende qué juguetes, beber según qué agua y si me apuráis, hasta respirar. No estoy sólo en ésta idea. Vamos, que lo pienso yo y otras muchas personas todavía más cualificadas  para opinar sobre el tema, pues han investigado sobre ello. De hecho, en el documental hay bastantes científicos que testimonian sobre las evidencias de peso que prueban la relación causa-efecto entre diferentes trastornos como el autismo, la depresión, la ansiedad, la pérdida de audición o vista, el cáncer, las alérgias o la escasez de espermatozoides con la exposición a determinados compuestos químicos (bisfenoles, organofosforados, fatalatos, parabenos, atrazina, mercurio). En efecto tienen  nombres horribles pero  están más presentes en muchos productos de nuestra vida de lo que nos gustaría, como por ejemplo en la fruta y verdura, en la carne y el pescado, en el agua, en el gel de ducha y las cremas hidratantes o el maquillaje, los juguetes de vuestros hijos, las sarténes,  el plástico de los ordenadores y de las botellas, en las latas de refresco y las cápsulas de la Nespresso, la gasolina, el agua e incluso esparcidas por el aire.  Por tanto, vivir se ha convertido, gracias al progreso, en una actividad de riesgo.

                      Clip de Homo toxicus de Carole Poliquin (Bullfrog Films, 2008)                     
Puede que penséis que si se permite usarlos no serán tan malos y que hay mucho científico por ahí suelto al que le gusta demasiado el alarmismo. Por eso os recomiendo de veras que veáis este documental. Así como también os invito a que leáis un artículo que apareció la semana pasada en la revista The Atlantic, "The toxins that threaten our brains" de James Hamblin dónde se habla de substancias tóxicas entre ellas el Plomo, cuyo uso estuvo permitido en pinturas, juguetes o los combustibles, y de cómo se tardaron 20 años en que las autoridades aceptaran las evidencias científicas y prohibieran su uso.
Se calcula que se han creado unas 100.000 substancias químicas desde la II Guerra Mundial y muchas de ellas ni se han testado. Ir contra la industria química es una misión que muchos Gobiernos no han querido asumir; todo lo contrario, parece que legislen en favor del beneficio económico en vez de preocuparse por la salud de los ciudadanos. Es lo que se conoce como la evaluación de riesgos, es decir, permitir la concentración adecuada para que el riesgo para los consumidores sea bajo. En vez de legislar usando la aproximación de precaución, que significa que las concentraciones de substancias químicas deben ser más bajas que las que suponen un mínimo riesgo para la salud de la población.

Ilustración de Jackie Lay para la revista The Atlantic (18/03/2014)
Una de las trabas, a parte de la tozudez o la hipocresía de los legisladores, es la dificultad de testar los efectos en los humanos y el hecho que muchos de estos efectos son multifactoriales, es decir,  puede que respondan a varias causas: no solamente la exposición a una substancia química en concreto sino a la combinación de varias o incluso a factores congénitos. 
Salta a la vista también el hecho de que la legislación en los países del Norte de América sea menos restrictiva que la europea. Otra contradicción que demuestra cuán al servicio de la industria química están los Gobiernos. Supongo que los lobbies de los químicos tienen más influencia que los de los consumidores.
¿Alguna solución ante tanta indignación y preocupación? En el articulo de The Atlantic, los científicos citados como fuentes reflexionan sobre el paralelismo entre el cambio climático y la exposición a substancias químicas: aparecen evidencias científicas a patadas, pero falta que la política actúe sin esperar que se describan los mecanismos exactos por los cuales suceden estos hechos. Por tanto, no es solamente una cuestión de que los consumidores nos mentalicemos y restrinjamos en la medida de lo posible (deberíamos estar mejor informados) nuestra exposición a dichas substancias, que también; sino que quien tiene el poder para hacerlo tome una medida contundente al respecto. Antes de que el riesgo para las generaciones futuras sea demasiado alto.









3 comentarios:

  1. Enhorabona per fer-te eco d'un tema que ens aclapara i que, en gran mesura, no podem evitar: l'entorn enverinat en el que vivim

    ResponderEliminar
  2. Molt bé Toni. M´agrada molt llegir- te. El tema és...fotut,molt preocupant Però
    cal mejar algo....

    ResponderEliminar