Mucho ojo con la realidad virtual. Algo se está moviendo en ese terreno. No va a ser casualidad que big-brother-Zuckerberg se haya gastado 2.000 millones de dólares en comprar la empresa Oculus VR. ¿Que no sabéis que es Oculus VR? Venga, pues que os vaya sonando: es la compañía que ha desarrollado el Oculus Rift. Esto tampoco os suena, ¿no? Pues es un dispositivo de realidad virtual que se ve que es la bomba. Y que el dueño de Facebook se haya gastado los cuartos en un desarrollador de realidad virtual significa que este campo tiene un gran potencial (y va a dar mucho dinero).
Palmer Luckey muestra contento el Oculus Rift: su invento le ha reportado 2.000 millones de Dólares. (Fuente: www.oculusrift.com) |
Matrix está ahora más cerca de ser real y dejar de ser un mero relato de ciencia ficción. Pero a la realidad virtual aún le queda un camino más o menos largo por recorrer antes de convertirse en nuestra única realidad. De momento, el espaldarazo de Facebook a Oculus VR significa inversión, inversión y más inversión. Con lo cual, el mundo de las redes sociales, de los videojuegos, del cine y, en definitiva, del entrenimiento, es quien primero va a aprovechar este tirón. Olvidaros de usar las ridículas gafas 3D para ir al cine: con la realidad virtual nos meteremos tanto en la película como Jake Sully en la piel de un na'vi en Avatar. Pero no solo la industria del entretenimiento y la comunicación se aprovechará del filón de la realidad virtual, la ciencia y el arte también. Veamos dos ejemplos.
El primero es un proyecto que me resulta sumamente interesante llamado The Machine to be Another, llevado a cabo por un equipo de investigación artística de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona. Este proyecto consiste en que, a través de un dispositivo de realidad virtual, uno se puede poner en la piel de otro y experimentar así lo que el otro siente o percibe. El proyecto está pensado para focalizar la atención sobre el rol de identidad y la empatía. La idea es que al ponernos en la piel de otro es más fácil sentir o entender lo que el otro siente.
Vídeo elaborado por el propio proyecto Machine to be another donde se experimenta con ponerse en la piel de alguien del sexo opuesto.
El otro ejemplo que quería comentar también viene de Barcelona y se lleva a cabo en el eventLab, acrónimo de entornos virtuales en neurociencia y tecnología. Allí se usa la realidad virtual para investigar sobre cómo el cerebro detecta e identifica nuestro cuerpo como nuestro (se ha descubierto que la plasticidad del cerebro es enorme en este sentido) o cómo se puede aliviar el dolor crónico con este tipo de tecnología (por ejemplo el dolor del miembro fantasma). Incluso también se estudia el tema de la empatía analizando como responde un sujeto al cambiar su color virtual. Es decir, se aprovechan las posibilidades que la realidad virtual ofrece para crear una inmersión ambiental completa y estudiar el comportamiento de la gente frente a diversos parámetros y las bases neuronales que explican dichos comportamientos.
Vídeo elaborado por el eventLab. Muestra el experimento llevado a cabo para estudiar la respuesta a los esterotipos: si tienes un aspecto más acorde con alguien que debería tocar bien los bongos, tocas mejor los bongos.
Por tanto, la realidad virtual debe dejar de sonarnos a ciencia-ficción. Debemos prestarle la atención que merece como oportunidad en la medicina, la psicología y la neurología. Sí, Mark, y también en la manera de comunicarnos (y en tu billetera).