lunes, 19 de enero de 2015

David fluye

David Altmejd es un artista canadiense que, además de Bellas Artes,  estudió biología. O al menos eso es lo que algunas fuentes afirman. No lo he podido corroborar todavía. Pero lo que si está claro es que ésta ciencia ha inspirado su obra. No hay más que darse un garbeo por el Museo de Arte Moderno de París para visitar Flux, la retrospectiva de éste artista,  para darse cuenta de ello.
Nada más entrar ya te encuentras rodeado de seres fantásticos, gigantes que aguantan estoicamente el escrutinio y los selfies de los visitantes. Destacan estas esculturas por su belleza orgánica conseguida con materiales como el látex, la resina, el acero, la pintura acrílica además de pelos y cuarzo.  Y lejos de quedarse en la superficie de estas esculturas, David ha permitido en muchos casos que veamos su interior, como si de una práctica de anatomía de una facultad de ciencias se tratase. Aunque lejos de ver órganos y vísceras, vemos tejidos que en muchos casos recuerdan algo inorgánico, como rocas y minerales. Y es que, como bien es sabido, los elementos químicos de los que están formados los tejidos vivos son también los constituyentes de la materia inorgánica. Como si David nos tratase de recordar que hay un flujo entre lo vivo y lo inerte, que existe una conexión entre estos dos estadios de la materia y que nosotros somos sus meros transportadores por ese devenir.
No solamente las colosales esculturas y los bellos bustos de David simbolizan este fluir. También sus cajas de plexiglás, tremendas y bellas instalaciones oníricas, en las que hay una sensación de conexión entre los diferentes elementos contenidos en ellas.  Aves, figuras humanas y otras criaturas, plantas, rocas, todos ellos conectados por hilos que simbolizan ese flujo que da título a la muestra, recreaciones de pequeños ecosistemas que bien podrían ser la plasmación de los sueños del artista, de su imaginación, o de su interpretación de sus muy posibles conocimientos de biología.
















Puedes visitar FLUX en:


Musée d'Art Moderne de la Ville de Paris

October 10, 2014 - February 01, 2015

Mudam Luxembourg Musée d'art Moderne Grand-Duc Jean
December 17, 2014 - May 31, 2015
Musée d'art contemporain de Montréal
June 11 - September 6, 2015
O en la web del artista: http://www.davidaltmejd.com/
Fotos: Toni Chaquet

martes, 4 de noviembre de 2014

El artista de la sala de al lado

Parece ser que una de las exposiciones del año en Barcelona va a ser Génesis de Sebastiao Salgado, que se inauguró hace unas semanas en el CaixaForum. El fotógrafo brasileño se ha recorrido el planeta de punta a punta y se ha traído unas fotos espectaculares de lugares, todavía vírgenes, que posiblemente ni tú ni yo visitaremos nunca. Por ello vale la pena. Fotos bien hechas de sitios espectaculares. Una muestra rica por su calidad y por su cantidad. De fotos, y de gente: por eso decía que va a ser una de las exposiciones del año. Es lo que tiene ser un fotógrafo mainstream, que genera unas colas que mejor ármate de paciencia antes de ir al museo.
Mientras tanto, en la sala de al lado, pocos se han percatado que hay expuesta una obra de uno de los artistas más estimulantes del momento: Olafur Eliasson. Sí, el mismo al que se le ocurrió meter un sol gigante en el vestíbulo de la Tate Modern o el mismo que acaba de instalar unos casquetes  de hielo que se derriten frente al Ayuntamiento de Copenhague. Y es que Eliasson es uno de los creadores contemporáneos que  ha abrazado a la ciencia y a la tecnología para desarrollar una nuevo discurso con el que reflexionar sobre nuestro mundo en una época que ya se la conoce con el nombre de Antropoceno debido a los cambios, muchos de ellos posiblemente ya irreversibles según el último estudio del IPCC, que la especie humana ha causado sobre la Tierra.



La obra a la que me refiero, esa que está en la sala de al lado de la concurrida Génesis, es Your position surrounded and your surrondigs positioned, que aunque puede que no sea tan espectacular como el sol de la Tate (The weather project) o los casquetes de hielo de Copenhague (Ice Watch), vale la pena por la inquietud que  genera  y las preguntas que logra plantearte. Como toda obra de arte,  y a pesar de no ser un lienzo o una escultura,  consigue entablar un diálogo contigo y hace que verdaderamente te posiciones frente a ella, y no sólo en sentido metafórico: existe una interacción física entre el tú y ella, como si de un juego se tratase.  No os desvelaré mucho más; prefiero que exista el factor sorpresa cuando la visitéis. Y que cada uno la interprete como se le ocurra. 
A pesar de que  Salgado y Eliasson son artistas con una misma sensibilidad hacia la problemática medioambiental tan grave a la que por cierto asistimos como si con nosotros no fuera la cosa, diría que visitar la muestra de Salgado está bien porque Salgado es Salgado, pero  descubrir un nuevo artista y una manera diferente de hacer arte es, a mi entender, mucho más estimulante y satisfactorio. Y es que ya se sabe, para gustos, los artistas.



*La obra de Olafur Eliasson se encuentra dentro de la muestra "Tres Narrativas. Participación" y se puede visitar hasta el 15 de Febrero.

jueves, 21 de agosto de 2014

El paisaje y tú

El paisaje, pese a rodearnos constantemente, no ocupa parte de nuestra atención. Salvo ahora en verano, cuando disponemos de más tiempo y puede que incluso viajemos a otros lugares,  es cuando puede que nos recreemos más en él. Y el paisaje está en cambio constante, en mutación continua. A veces por procesos naturales, otras por causas humanas. Interaccionamos con el paisaje y lo transformamos. Cambios que hacen de nuestro entorno un ir y venir de formas. Un moldeado que bien podría ser un baile de ondulaciones y excavaciones, de subidas y bajadas. 
Esta relación nuestra con el paisaje y sus cambios es lo que ha intentado plasmar la artista Kerstin Ergenzinger en su obra Studien zur Sehnsucht (Estudios de Añoranza, sería una posible traducción) que ahora se expone en la Fundación Eugenio de Almeida de Évora (Portugal). Esta instalación, presentada inicialmente en 2007, es una escultura viviente, pues cambia de aspecto como respuesta a las vibraciones del suelo generadas por los visitantes o por movimientos sísmicos del lugar. La pieza está conectada a un geófono y un sismógrafo que detectan los movimientos del suelo en tiempo real y las transforman en impulsos eléctricos que a la vez generan movimientos que se reflejan en la escultura.



 
 Studie zur Sehnsucht de K.Ergenzinger en la Fundaçao Eugénio de Almeida (Évora,2014) 



Como cualquier obra de arte, a cada uno le pued evocar algo distinto. A mí, me ha recordado la transformación que sufre la arena de la playa cuando la pisamos. Un paisaje al que, por pequeño y por corriente, no le había prestado atención y que sufre cambios rápidos y constantes. Y a vosotros, ¿qué os sugiere?




Praia do Salto, (Portugal,2014)



Detalle de Studie zur Sehnsucht, K.Ergenzinger (Évora, 2014) Fotos:Toni Chaquet



jueves, 10 de julio de 2014

Lo que dice de nosotros una colilla

¡Ojo con tirar una colilla al suelo! No lo digo ya solamente por civismo, que también. Lo digo porque puede venir alguien detrás de ti y a partir de esa colilla reconstruir tu rostro. Pero no hacerte un retrato robot, como los que hace la policía de los sospechosos, no. Cuando digo reconstruir quiero decir reproducir tu cara en 3D. Hacerte un busto, vamos. Es lo que ha hecho la bioartista Hatear Dewey-Hagborg en su obra Stranger Visions, que está expuesta en el Centre de Cultura Contemporánea de Barcelona dentro de la muy recomendable exposición Big Bang Data.

              Stranger Visions en el CCCB: los tres rostros reconstruídos  a                                                      partir tres muestras de pelo, colilla y chicle (en las cajitas negras).                                   Foto: Toni Chaquet

Puede que penséis que esto no tiene mérito: nuestra cara está desperdigada por la red, colgada en numerosas redes sociales,  y a nadie parece importarle lo más mínimo ¿Por qué nos va a importar que un desconocido pueda hacer una careta que sea nuestro rostro? La cosa es más seria de lo que parece.  Lo que la artista utiliza para saber cómo es un desconocido que ha tirado una colilla o un chicle al suelo o que ha perdido unos cuantos pelos al acariciarse el cabello en el metro es su propio ADN (del desconocido). Y es que en la saliva o en el pelo hay millones de células, cada una de las cuales contiene nuestro ADN. Es decir,  nuestra identificación más personal, nuestra intimidad más secreta. De hecho, es lo que  que hace la policía forense cuando inspecciona la escena del crimen, tanto en las series de televisión como en la vida real: coger muestras para poder extraer el ADN e identificar al sospechoso.
Entonces, a partir de la extracción y secuenciación del ADN que hay en esas muestras de chicles, pelos o colillas, Heather Dewey-Harborg se fija en determinadas secuencias de ADN que se sabe que codifican para determinados caracteres de la cara (color de ojos, tipo de cabello, ascendencia caucásica, asiática o africana) y con un programa informático desarrollado conjuntamente con una Universidad suiza, hace una impresión en 3D de ese rostro. En este vídeo ella misma lo explica de maravilla. 




Por suerte para algunos y por desgracia para otros, la genética no es tan sencilla. Y en la fabricación del rostro intervienen muchos genes cuyo  funcionamiento,  por llamarlo de alguna manera, no se conoce bien todavía (interaccionan y se regulan entre ellos en lo que técnicamente se llama epigenética). Así pues, la reconstrucción del aspecto que hace la bioartista, o la policía forense, no es exacta al 100%. Si bien esto podría cambiar en breve, pues un reciente estudio de la Universidad de Leuven (Bélgica) ha podido correlacionar ciertas mutaciones llamadas SNP (variaciones de pocas letras o bases de la secuencia de ADN y que son justamente las que utiliza la artista en su obra) con aspectos concretos de la fisionomía del rostro. 
Pero aún falta bastante por concretar . Además, recordemos que el fenotipo (nuestro aspecto) es la suma del genotipo (nuestros genes) y el ambiente. Así pues, las reconstrucciones que se harían a partir de nuestra saliva ¿serían siempre acertadas? Esta reflexión es la que la bioartista pretende que nos hagamos: el determinismo genético puede inducirnos a errores. Aunque si bien es cierto que, ¿quién dice que en un futuro no se nos puede clonar a partir de esa colilla que hemos tirado en la puerta de un bar cuándo hemos salido a fumar?
Otro aspecto fascinante de esta obra es, a mi entender, ver lo democratizada que está la biología molecular, sobretodo en EE UU (aquí en nuestro país tenemos democratizadas otras cosas menos productivas pero más lucrativas, al menos para algunos). El do it yourself ha llegado al mundo de la bioquímica: la propia Heather se encarga de buscar en internet los protocolos para la extracción de ADN o para hacer la PCR y posteriormente acude a un laboratorio comunitario, llamado Genspace, donde cualquiera puede ir para realizar su propio experimento molecular. 
Para acabar, y por si hay alguien que se haya espantado al leer el post,  me gustaría tranquilizar al personal: la propia Heather Dewey-Hagborg ha montado su propia compañía genética y ha lanzado un producto que borra nuestras huellas genéticas (sí, también de la escena del crimen). Se llama Invisible y es un spray que ya se puede adquirir, por ejemplo, en la tienda del New Museum de Nueva York. Y también por internet. Ay, qué perspicaces los bioartistas.

 Dos tubitos de spray forman el kit Invisible. Su creadora todavía no ha revelado su composición.      Foto: www.deweyhagborg.com






sábado, 10 de mayo de 2014

Ciencia e imágen: dos concursos

Me gustaría recomendar dos iniciativas divulgativas muy acertadas que están en marcha y que tienen que ver, nunca mejor dicho,  con transmitir la ciencia a través de la imágen. Son dos concursos que buscan además la participación del público, no solamente presentando sus proyectos sino también porque hay premios para los participantes más votados por éste.
Por un lado la tercera edición del concurso "Science in the city",  que consiste en premiar al mejor corto de 2 minutos que relacione ciencia y ciudad. La idea es que cualquier ciudadano, se dedique o no a la ciencia, puede encontrar en la ciudad argumentos que muestren sus inquietudes científicas. Según la organización, esto ayuda a  fomentar el diálogo entre ciudadanos y científicos y por tanto, acerca la ciencia a pie de calle. Si bien el plazo para presentar los vídeos a concurso acabó a finales del mes pasado, ahora es el momento de la votación del público, puesto que el premio para el vídeo más creativo hay otro para el más votado. Para poder hacerlo, hay que dirigirse a la web del concurso: http://www.scienceofthecity.net/2014/. Hay de tiempo hasta el lunes 12 de Mayo. Esta iniciativa está  organizada por la Mandarina de Newton con la colaboración de la FECYT y el Observatori de la Comunicació Científica de la UPF. En la web están colgados también los ganadores de las dos anteriores ediciones. Yo os propongo el vídeo ganador en lengua castellana de la primera edición "La asombrosa composición del átomo", realizado por la periodista científica y ex-compañera de Máster, Núria Jar.



La segunda inicitavia que quiero recomendar es el concurso Il·lustra Ciència, que celebra su segunda edición y que pretende hacer un inciso sobre la importancia de la ilustración científica e impulsarla a través de los premios del público y del jurado, además de diferentes actividades como cursos, talleres y conferencias. De entre todos los participantes, se han seleccionado 40 obras que serán expuestas en una exposición colectiva.  Se pueden ver todas las obras en la web del concurso: http://illustraciencia.cat/. El plazo para que vote el público empieza el 14 de Mayo. Más información en el blog: http://illustraciencia.blogspot.com.es/. Este concurso está organizado por la Asociación Catalana de Comunicación Científica (ACCC).

Obra ganadora del I Il·lustra Ciència: THAUMETOPEA PITIOCAMPA, de Mafalda Paiva







domingo, 4 de mayo de 2014

El arte y la condensación

Entre Pollocks, Turners, Picassos, Dalis y otros top del arte contemporáneo, me encontré en la Tate Modern de Londres con un cubo de condensación. La pieza pertenece a Hans Haacke y al parecer es un punto de inflexión del arte conceptual (ahora lo se, en el momento he de reconocer que no tenía ni idea) pues pretende que el espectador interactúe con la obra y que ésta cambie y sea diferente a lo largo del tiempo. De hecho, Haacke no se refiere a sus obras como obras, sino que las llama "sistemas en tiempo real" (más explicito, imposible).
El cubo de condensación es muy simple: un cubo de metacrilato de 30x30 cm, herméticamente sellado, con un poco de agua dentro y listo. Con la diferencia de temperatura que hay entre el interior y el exterior del cubo (provocada por la luz artificial del museo, por las corrientes de aire, entre otras variables),  el agua se va condensando en pequeñas gotas que van deslizándose por las paredes del cubo. Recordad que la condensación es el proceso físico por el cual la materia pasa de estado gaseoso a estado líquido.

Cubo de condensación, Hans Haacke (1961-1963). Fuente: T.Chaquet
La sorpresa de encontrarme con un proceso físico en medio de la meca del arte contemporáneo me marcó. Como sabéis, mi cruzada particular es difuminar la línea impuesta entre cultura y ciencia, puesto que ambas son producción humana encaminada a intentar entender mejor el mundo. Así que, qué mejor metáfora del blog que ver la condensación hecha arte. Aunque después he entendido que el bueno de Hans no iba por ahí. Veamos que pretendía con su obra, perdón, con su sistema: "El proceso de condensación no se acaba. La caja tiene una apariencia de cambio lento pero constante pero que nunca se repite. Las condiciones son comparables a un organismo vivo que reacciona de un modo flexible a su entorno. La imagen de la condensación no puede predecirse con precisión. Cambia libremente, contenida tan sólo por límites estadísticos. Me gusta esa libertad."
Y es que  Hans Haacke pertenece a una corriente de artistas que considera que sus obras no sólo deben ser elementos contemplativos sino que deben transmitir una visión del mundo. Por eso, sus piezas e instalaciones son críticas políticas, económicas y culturales más que meros objetos de museo o de coleccionistas y galeristas. Que esto, aunque no abogue por la convergencia ciencia-cultura, tiene su punto. 
El cubo de condensación fue creado entre 1961 y 1963. Posteriormente, Hans Haacke siguió trabajando con la idea de las obras como sistemas en tiempo real y creó el Ant-Coop (Cooperativa de Hormigas) y Chickens Hatching (Pollitos saliendo del huevo). En ambas creaciones, que son del año 1969, el artista utiliza por primera vez seres vivos. Estas dos obras me hacen recordar que en el CosmoCaixa de Barcelona hay un hormiguero enorme donde se puede apreciar como se organizan en él las hormigas; y en el Museu de la Ciències "Príncipe Felipe" de Valencia hay una incubadora de huevos donde se ven pollitos nacer constantemente. No se hasta qué punto los responsables de estos museos habrán tenido como referencia estas obras de arte conceptual de Hans Haacke. Y tampoco se si eso convierte a esos dos museos de ciencia también en museos de arte.

Chickens hatching, Hans Haacke (1969). Fuente: Tumblr
Por último,  añadir que la estela de Hans Haacke de crear obras cambiantes con la interacción del público ha sido seguida por otros muchos artistas contemporáneos. Como muestra, tan sólo mencionar a los artistas Christa Sommerer y Laurent Mignonneau (de cuyos el Arts Santa Mónica hizo una retrospectiva en 2011) o Angelo Vermeulen. Todos ellos creadores de algo que, en palabras de Haacke, permite al espectador experimentar con el tiempo. Y eso se puede hacer tanto en los museos de ciencia como en los de arte.



miércoles, 9 de abril de 2014

El bate de béisbol

¿Para qué sirve un bate de béisbol? Para batear, diréis y pensaréis que vaya pregunta tan idiota os acabo de hacer. Correcto: el bate de béisbol sirve para arrearle a la pelota que te han lanzado cuando estás jugando al béisbol. Para eso es para lo que fue pensado y fabricado el bate. Aunque, si os paráis a pensar, se os pueden ocurrir otros muchos usos para este utensilio, ¿verdad? Me explico: vi anoche una película, el título es irrelevante, donde la protagonista, ciega de rabia y con ganas de vengarse de un tipo muy malo, entra la casa de éste, y al ver un  bate de béisbol, lo agarra y decide arrearle sin dudarlo un instante. Supongo que en la vida real esto ha sucedido alguna que otra vez. Quiero decir, usar el bate para otra cosa que no sea jugar al béisbol ¿A que no se os pasaría por la cabeza nunca culpar al inventor del bate de béisbol de haber creado un arma peligrosa?
Pues eso es lo que algunos piensan de los científicos cuando salen a la luz estudios como el que publicó Science la semana pasada: unos investigadores habían conseguido crear el primer cromosoma (de un organismo eucariota) en el laboratorio. No tardaron en aparecer titulares como "La receta de Dios" o incluso comparaciones del hallazgo con la creación del doctor Víctor Frankestein. Argot periodístico, sí, de acuerdo. Pero con connotaciones que nada tienen que ver  con la intención de los investigadores ni ayudan a calmar a una opinión pública propensa a el alarmismo cuando se tocan estos temas.

Srinivasan Chandrasegaran junto a su equipo .(Fuente: El País)
En este punto veo necesario hacer un paréntesis para resumir en qué consistió el trabajo, reconocido ya como un hito en el campo de la biología sintética. Los organismos vivos se dividen en dos grandes grupos: los procariotas (bacterias) y los eucariotas (hongos, plantas, animales). Los primeros carecen de núcleo celular, tienen una estructura más sencilla y por tanto son más fáciles de manipular en el laboratorio. Es lo que permitió que Craig Venter pudiera fabricar en 2010 el primer organismo procariota sintético. Si aquello ya nos resultó alucinante, esta vez, el grupo de científicos europeos y estadounidenses, ha hecho algo más complicado pues ha manipulado un organismo eucariota: la levadura (Saccharomyces cerevisiae) el organismo que se encarga de fabricar la cerveza o el pan. Tanto procariotas como eucariotas contenemos en nuestras células unas estructuras llamadas cromosomas, que están hechas de ADN y contienen los genes, o lo que viene a ser lo mismo, las instrucciones para que los organismos nos podamos construir y funcionar.  La bacteria que sintetizó Venter tenía solamente un cromosoma, los humanos tenemos 46 (23 pares) y la levadura posee 16 cromosomas. Pues bien, lo que los científicos, capitaneados por el profesor Srinivasan Chandrasegaranhan conseguido es que uno de los cromosomas de la levadura (el número 3) sea sintético y no natural. Es decir, que este cromosoma no lo ha fabricado la propia célula sino que ha sido fabricado por los propios científicos (sí, ésto se puede hacer: basta coger los productos químicos adecuados, de los que está formado el ADN -bases nitrogenadas- , mezclarlos y ordenarlos de manera adecuada para que el cromosoma resultante sea funcional). Por tanto, lo que tenemos ahora es una levadura con 15 cromosomas que ha fabricado ella misma (de manera tradicional, si me permitís) y uno que ha sido fabricado por unos científicos. Resultado: el primer organismo eucariota sintético del mundo. 

Infografía de Heber Longás/El País. (Fuente: Science)

Esto, como ya han señalado los propios creadores del bichito, abre una infinidad de campos de investigación (vacunas, antibióticos, biocombustibles, técnicas para la síntesis de ADN). Y a la vez también inicia unos cuantos debates éticos (ya hay quien ha imaginado que a partir de ahora se puede pensar en la clonación de especies extinguidas como los mamuts o los neardentales). ¿Debieron poner el freno los científicos y inhibirse de crear su levadura sintética para no dar pie a usos poco aceptables? ¿Debió el inventor del bate de béisbol privarse de idear tal artilugio pensando que algún día podría ser usado para agredir en vez de para jugar a béisbol?
Pues ahí voy: dejemos que los científicos hagan su trabajo y nos traigan ideas, inventos y explicaciones. No cuestionemos sus trabajos por lo que pueda pasar. Las células madre, los transgénicos y avances en otros tantos campos de investigación suponen retos éticos porque hacen que nos planteemos lo más fundamental de nosotros mismos, del sentido de la vida, y a la vez traen consigo mejoras en nuestra calidad de vida. Dejemos actuar a los científicos; no son ellos quienes tienen que preocuparse de los usos indebidos de sus hallazgos puesto que en un principio, tal y como demuestra el experimento con la levadura, se logran movidos por la curiosidad, las ganas de saber y la mejora de la sociedad (al menos los que trabajan financiados con dinero público). Sigamos usando el bate para jugar a béisbol. Si alguien lo utiliza para otra cosa, estemos preparados para impedírselo o para hacerle entender cómo se usa realmente. Pero en ningún caso, culpemos a quien lo inventó.

La levadura (Saccharomyces cerevisiae) vista con un microscopio electrónico (Fuente: www.plantasnet.com)