martes, 26 de julio de 2016

A los cirujanos. (A propósito de Ante todo no hagas daño de Henry Marsh).

Cuando a mi madre la tuvieron que operar por segunda vez, pues el tumor que le había sido extirpado con anterioridad recidivió, la acompañé a ella y a mi padre a la consulta del cirujano. Se tenía que tomar una decisión difícil y todo apoyo era poco.  El doctor H (por mantener su anonimato) nos explicó pacientemente en qué consistía la operación y el riesgo que ésta suponía. Aunque el médico hablaba con mucho tacto, no se andaba con rodeos y nos expuso de manera muy diáfana los pros y los contras tanto de someterse a la cirugía como de dejar crecer el tumor. Y claro, llegó un momento que la pregunta fue inevitable: "¿qué haría usted en mi caso, doctor?", quiso saber mi madre.

El día antes de la operación, visité a mi madre en el hospital para darle las buenas noches y me fui a casa. Durante el trayecto, y después mientras cenaba e incluso antes de conciliar el sueño, estuve pensando en el doctor H: ¿qué habría cenado? ¿se podría haber cortado mientras cocinaba y le imposibilitaría eso llevar a cabo la operación? ¿vería un rato la tele después de cenar? ¿o habría salido a tomar una copa con unos amigos? ¿haría el amor con su mujer? ¿le costaría dormir? ¿estaría nervioso por llevar a cabo una operación tan delicada? ¿se dormiría y llegaría tarde a la operación?

Durante toda la lectura de Ante todo no hagas daño no he dejado de pensar en el doctor H. Este libro refleja tan bien cómo se siente un cirujano ante "el mundo de enfermedad y muerte" en el que, en palabras del autor, pasa gran parte de su vida, que ha hecho que mi empatía y admiración por el doctor H, y en general por todos los cirujanos, crezca aún más.

El autor del libro del que hablo es Henry Marsh, un neurocirujano británico, que llegó a la medicina no por vocación sino por diferentes casualidades de las que se compone la vida, y acabó siendo el director del servicio de neurocirugía de uno de los mayores hospitales de Londres. Ahora, ya retirado, ha escrito este maravilloso libro a modo de memorias. Aunque yo creo que es más un homenaje a su difícil profesión y un intento por esclarecer en qué consiste en realidad ser cirujano. Porque, ¿quién está capacitado para decidir sobre la vida de alguien? ¿Quién sería capaz de tomar ciertos riesgos a sabiendas de que en tus manos tienes el destino de una persona?

El relato del doctor Marsh es sincero, melodramático pero nada sensiblero, y revela las dificultades que, no solamente por lo delicado de tratar con la enfermedad sino también por las dificultades que acarrea la mala gestión de la Sanidad Pública, conlleva su profesión. Pero, a pesar de tratar de enfermedad, muerte, y sufrimiento, no es un libro triste. No más triste que la vida. Porque, de la misma manera que convivimos con el dolor, en este libro también hay sitio para la alegría y, para la suerte, buena y mala. 

Humildad y humanismo deberían ser cualidades indispensables en aquellos que quieran ejercer la medicina. Y de esas el doctor Marsh y su libro, tienen a raudales. Características de las que también gozaba el doctor H. La operación de mi madre fue un éxito y permitió que estuviera con nosotros un poco más de tiempo. La idolatría que ella mostró por aquel médico era indescriptible. El doctor H, lógicamente, era reservado y a pesar de contadas muestras de afecto no entablamos una relación más allá de la de médico-paciente. Después de leer Ante todo no hagas daño, me da la sensación que lo conozco un poco más. Algo que ha hecho no solamente reforzar mi gratitud hacia él, sino relativizar el poder casi milagroso que solemos atribuir a su profesión.

Ante todo no hagas daño, de Henry Marsh.
 Traducción de Patricia Antón. Salamandra, 2016.