lunes, 28 de enero de 2013

Tres reflexiones sobre el estado de alerta

Vivimos en un estado de alerta, de emergencia permanente. Pero nos hemos acostumbrado a ello. A fuerza de la hiperinformación a la que estamos sometidos, llegamos a confundir lo grave con lo anecdótico, y al revés. Sobresaturación informativa. La capacidad de la ciencia y la tecnología actuales han inundado de datos y estadísticas lo cotidiano. A los medios de comunicación les encanta nutrirse de ello. He aquí tres reflexiones sobre este hecho.

1. Este fin de semana leí en varios periódicos que la gripe había llegado a niveles de epidemia en varias Comunidades. ¿Y qué? Quiero decir, ¿ha habido la alarma que causó hace unos años la temida gripe A? Ya contesto yo: no. ¿Has modificado tus  hábitos de vida por ello? Ya me imagino que no. ¿Te  asustó más  la epidemia de gripe A que  esta epidemia de gripe "normal"? Me imagino que sí. También me imagino a qué puede ser esto debido. Si eres de leer los periódicos, ver el telediario, consultar blogs,... informarse, vamos, seguramente te preocupó aquella vez. Y no ésta. ¿Ha habido algún invierno que la gripe no ha alcanzado niveles de epidemia? Y, ¿qué significa realmente alcanzar niveles de epidemia?

2. Puede que tu lo sepas, qué es una epidemia o una pandemia. Es cultura general, pensarás. No seas tan optimista. Mis alumnos, que rondarán los dieciocho años, no tenían ni idea de que significaba que la obesidad alcanza ya niveles de pandemia.  La cultura general es hoy en día un mito. En fin,  a lo que íbamos: la palabra epidemia y pandemia, asusta. Y no es más que un dato. Una estadística. Porqué al final, no somos más que números en unos registros. Así que si no se explica bien su significado cuando se utiliza en los medios de comunicación, pierde el sentido a la larga y la gente no sabe qué significa que la gripe ha alcanzado niveles de epidemia este fin de semana. También se pueden encontrar casos como el de  un amigo que también es profesor y me contó que recientemente una profesora sembró la alarma en su instituto por propagar a los cuatro vientos que una alumna debería irse a su casa porqué tenía malaria. Se estigmatizó a la alumna (suerte que  no se propagó demasiado y hubo un efectivo de compañeros que hicieron de cortafuegos) y cundió la alarma entre parte del alumnado. Yo esto lo achacaría al desinterés informativo. La malaria ha sido objeto de notícias, reportajes y documentales: en Documentos TV, Informe Semanal, 30 minuts, 60 minuts y no se dónde más ha aparecido seguro.  Hubo una época en la que Patarroyo estaba hasta en la sopa. La profesora y los alumnos seguramente han visto u oído algo relacionado con esta enfermedad. Y si no, esto confirma que el sentido común también es un mito: si la alumna está en clase, será porqué tiene el alta médica. El caso es que una sobresaturación informativa causa desinterés.

3. Si no, no me digáis que no resulta cansina la cantidad de veces que estamos en alertas y pre-alertas por lluvia, viento y bajas temperaturas. ¿Cuántos temporales pasan por nuestro territorio a lo largo del invierno? La física genera los datos y las estadísticas meteorológicas hacen que los espacios de información del tiempo sean más entretenidos. Sin duda. Pero, ¿cuándo me tengo que asustar? ¿En qué temporales de todos tengo que preocuparme de verdad y comprar provisiones y no salir de casa? A fuerza de informarnos tanto, nos saturamos. Datos y más datos. Así es que después, pasan desgracias como las del terremoto del Aquila y ¿a quién le van a echar las culpas? A los científicos, obviamente, por no predecir el terremoto. Claro, la gente acaba pensando que todos los fenómenos naturales son como las epidemias o los temporales de invierno.


martes, 15 de enero de 2013

Un anuncio para reciclar

La publicidad ha traspasado su función, que es la de estar al servicio de un producto para conseguir venderlo, y se ha convertido ella misma en un objeto, casi casi en otro género artístico como pueden ser el cine, la música o las artes artes plásticas. Y de vez en cuando, aparecen campañas que formaran parte de la cultura popular. Claro, no siempre es así. Son casos especiales, en el sentido más amplio de la palabra. Me viene a la memoria el "amo a Laura", "la chispa de la vida" o  más recientemente el payaso Alfonso Aragón cayendo en la sensiblería más cursi. Por diferentes motivos, estos anuncios han dejado en nostros una canción, una frase, una imagen que trascenderá más allá del producto y permanecerá en nuestro imaginario colectivo.  El producto que anunciaban no se recordará, o tal vez sí, pero han sido campañas que han dado que hablar, que han sido comentadas entre los amigos, en el trabajo, en el colegio, que se han hecho chistes, parodias, frases hechas a partir de ellas. En Cataluña estamos asistiendo a la última de estas campañas: "Envàs on vas?". Pero esta campaña, a parte de ser omnipresente  (hashtag en el Twitter, muros de los amigos de Facebook, el "Keep calm and envas on vas", tarareada por la calle, incluso en el Spotify se te aprece entre canción y canción, antes de los trailers en el cine, y en la tele y la radio, por supuesto)  ha servido la polémica y ha devuelto el reciclaje al centro del debate político. Los publicistas pueden estar por satisfechos con su trabajo por el alcance que ha tenido. En cambio, las empresas que los contrataron deben estar pensando dónde se han metido.



La campaña está promovida por la Generalitat de Cataluña, con el apoyo de Ecoembes y Ecovidrio. Estas dos empresas son las encargadas de sufragar la recogida y reciclaje de los envases y del vidrio, respectivamente: pagan una cantidad determinada por cada tonelada de envases o vidrio que se recicla. Y las marcas que comercializan sus productos en envases de plástico o vidrio  pagan una cantidad a estas dos empresas, que a su vez distinguen a los envases de dichas marcas  con un punto verde, un símbolo con dos flechas entrelazadas. Por tanto, si se depositan en el contenedor amarillo objetos que no están marcados con el punto verde pero si que son de plástico, estos se deben reciclar con un coste extra para Ecoembes, ya que ella no ha cobrado por reciclar objetos que no tienen punto verde. Lo mismo con el vidrio y los objetos lanzados al contenedor verde. Solución: hacer una campaña para recordar a los obedientes ciudadanos que no deben lanzar aquellos objetos que no tienen el punto verde. Y aquí la tenemos. Financiada, no sabemos en qué proporción, con dinero público.
Y es que con su canción pegadiza, con su trío de mujeres a lo virtudes pero en catalán bailando con envases en las manos, su estética retro-reciclada, la campaña estaba destinada a lo que ya se ha comentado antes:  a quedarse para siempre. De hecho puede hacerlo, pero por la polémica que ha suscitado. ¿Por qué se tienen que reciclar solo los envases y no se pueden reciclar otros objetos de plástico? ¿Por qué en el contenedor verde sólo podemos lanzar botellas de vidrio o otros envases de vidrio y no bombillas o vasos? Un vaso de Nocilla, ¿ es un vaso o lo podemos reciclar en el contenedor verde? ¿Es mejor reciclar o reutilizar? Muchos ciudadanos aquí en Cataluña se están haciendo estas preguntas. Y no es para menos.
Hay expertos que recuerdan que los objetos a reciclar, a pesar de que se llamen indistintamente plástico o vidrio, no son iguales, no tienen la misma composición química.  El vidrio, por ejemplo:  dependiendo de su composición se fundirá a una temperatura u otra, y esto depende de la cantidad de componentes que lleven, como el óxido de plomo. Estos componentes, además,  pueden resultar muy tóxicos y por tanto no sería recomendable que se utlizasen para hacer botellas de vidrio para el consumo humano. Sería el caso de los cristales de las ventanas, que a pesar de ser vidrio, no podrían ir al contenedor verde por su alto contenido en estos componentes tóxicos.
Des de la Agencia de Residuos de Cataluña se recuerda que la campaña pretende sensibilizar a la ciudadanía para que recicle. En parte es cierto. Pero no se explica bien por qué unos objetos sí y otros no. O por qué unos objetos se aprovechan mejor si van a una desechería. Varios grupos ecologistas, de consumidores  y políticos han pedido la retirada de la campaña por confusa. Y han pedido que se debata realmente el modelo que se quiere para conseguir una recogida lo más eficiente posible de la basura y para generar el menor número posible de toneladas de desechos.
Esto es lo interesante de la campaña: que surge la oportunidad de plantearse si no sería mejor adoptar un sistema de reutilizar envases como el alemán, por ejemplo. O por el contrario, sólo se pretende hacer el paripé con el reciclaje y hacer de ello un negocio más, olvidando que somos  uno de los países de Europa que más residuos generamos. Y para exigir transparencia en todo lo que concierne al reciclaje. Se nos exige que separemos para reciclar mejor, pero disponemos de poca información de a dónde van a parar los residuos o cómo son aprovechados.



lunes, 7 de enero de 2013

The Master o el origen de una religión

The Master es, sin duda alguna, una Gran película. Aunque está ambientada en los años cincuenta, allá por cuando ya había acabado la Gran Guerra y para cuando los Estados Unidos se preparaban para su Gran Recuperación, la película resulta muy actual, muy contemporánea. Ahí reside su grandeza: traspasar lo local y anecdótico para reflejar lo universal.
Y es que The Master, al relatar el inicio de una nueva religión llamada Cienciología que después ha resultado ser tan famosa gracias a que parte de sus más destacados miembros pertenecen a otro famoso club afincado en Los Angeles, habla de una constante que se ha reproducido y se puede seguir reproduciendo por siempre jamás: ciencia versus religión. O viceversa. Qué más da. Como dos caras de la misma moneda, el enfrentamiento se repite, se perpetua, se arrastra por el devenir de la historia, que al fin y al cabo, somos nosotros, es el ahora.
Con una elegante puesta en escena y una gran dirección de actores, Paul Thomas Anderson ha hecho una película que me ha estremecido. No sólo la historia del desgraciado Fredd es, creo, capaz de entristecer al más gélido de los corazones: su difícil y seguramente traumática infancia, su juventud marcada por su misión de aniquilar japoneses, su amor verdadero que es una sufrida historia de amor, sus adicciones, su violencia como única manera de relación, su débil carácter, su infortunada búsqueda de su sitio en la Nación vencedora. Fredd es la carnaza de la Causa, la nueva religión o secta, igual da, o como le gusta llamarla a su creador Lancaster Dodd (personaje inspirado en L. Ron Hubbard) el método con el que alcanzar la curación; la curación de Fredd y otros pobres infelices en la película.
Pero el estremecimiento del que hablaba no ese por la historia de engaño, de manipulación, de abuso, de maquiavelismo de un personaje dominante sobre otro más débil. El miedo, el horror, el temblor viene al pensar que el mundo está y ha estado lleno de parlanchines como Lancaster Dodd, individuos con una gran verborrea y grandes dotes embaucatorias, capaces de congregar a multitud de seguidores, engañarlos con sus argumentos pseudo-científicos y hacerles creer en viajes en el tiempo como ocurre en la película, o  en viajes astrales, o en diferentes formas de más allá, en vidas paralelas o en reencarnaciones, en hacerles creer que vivimos en unos cuerpos prestados, que no tenemos capacidad de decisión sobre ellos, que todo ocurre por voluntad de quién sabe qué otros seres superiores o de alienígenas que nos visitan periódicamente e incluso de los alineamientos planetarios y milagros imprevisibles.
 Y aún me aterra más pensar que estamos desamparados ante ellos. Recuerdo una escena de la película en la que que Lancaster está aplicando su método con Fredd, y eso es en sí un espectáculo: hay gente alrededor observando, con pose serio, viendo como se ultraja y humilla a Fredd. Pero como es en nombre de la Causa, es lo correcto. Eso es lo que me da pavor: lo facil que nos podemos dejar engañar, que nos pueden manipular.
Hay quién verá en the Master sólo referencia a las sectas entendidas como grupos no reconocidos por las grandes religiones actuales y con facilidad para el autoaniquilamiento, como grupos raros, aislados y anecdóticos.  Yo veo en The Master como se fragua una religión, como nace de cero una creencia sin ningún fundamento empírico, sin otra intención que el enriquecimiento y la utilización de la gente para una causa particular, sin ningún beneficio para el bien común. Cómo esta se puede llegar a extender entre personas con una cierta formación educativa.  Cómo sus líderes son incapaces de argumentar con datos ciertos y fehacientes sus mentiras y estallan en ira y rabia contra aquellos que les buscan las cosquillas y consiguen dejarlos en evidencia. Cómo esos mismos líderes espirituales, en apariencia comprensivos y benevolentes, sólo inventan, especulan, divagan, improvisan, manipula, parlotean para conseguir trepar, alcanzar la cima de la fama o la riqueza o ambas. Y cómo consiguen perdurar por los siglos de los siglos.
Frente a eso, sólo tenemos un recurso: más cultura científica. Pensemos en la cantidad de gente que aún lee los horóscopos, la cantidad de canales con echadores de cartas que hay, con los pseudo-coaches que afloran como setas y escriben libros con los que rellenan  las secciones de otras creencias de las librerías. Pensemos como esas creencias pueden llegar a influir en decisiones políticas que nos afectan a todos, a gobernar nuestro día a día.  Y eso en una sociedad, la occidental me refiero,  que ha alcanzado los niveles educativos más altos y generalizados de la historia, con unas tasas de analfabetismo bajísimas y con una capacidad grandísima para informarse. Y aún así, existen exitosos Lancaster Dodds a doquier.  ¿Da o no da miedo?