martes, 26 de marzo de 2013

A propósito de "Marcados por los genes"

Empiezo a leer el reportaje "Marcados por los genes" de Luís Miguel Ariza,  que se ha publicado este fin de semana en el suplemento dominical de un periódico. Cuenta cómo nuestra información genética, que es la información más personal y por ello más sensible y delicada que nos identifica, puede estar al alcance de cualquiera.  De un cualquiera bueno, por ejemplo de un investigador que estudia la relación entre un marcador genético y el cáncer de colon o de un médico que te avisará de que tienes un factor de riesgo del 60% de sufrir Alzheimer. Pero esa información también puede ser ojeada por un cualquiera malo, por ejemplo un agente de de tu agencia de seguros que te negará una cobertura total o de tu jefe puñetero que te podrá despedir por ese riesgo tan elevado a sufrir cáncer y alegará una reestructuración interna de la empresa y ciao. Un cualquiera malo también puede ser un hacker informático que puede vender esta información a otro cualquiera más malo. Uffff. Acabo de leer el reportaje. Me entran temblores, sudoraciones y palpitaciones. Mi sistema nervioso simpático está a tope. Típica reacción de alerta. Seguro que hasta se me han dilatado las pupilas. Y es que he sentido miedo.
Vale, me digo, relájate que no es para tanto, es otra falsa alarma para crear expectación y bordar un reportaje periodístico; para tener un buen tema y que te publiquen el domingo. ¿Cómo van tus datos genéticos a estar colgados en Internet? ¿Cómo se va a enterar tu mutua? Ciencia ficción, seguro. Pero se ve que no, se ve que ya pasa en EE UU, el país dónde primero pasa todo. Al parecer allí que ya hay denuncias por discriminación genética. Entonces no es broma, pienso. Además, según informa el reportaje, son cada vez más las personas que piden que se descifre su genoma y quieren saber de qué morirán. Para ir dejando testamento, imagino. Yo no se si querría que se descifrara mi genoma. Quiero decir, que por una parte si me gustaría para ver si puedo evitarme algún sustillo e ir previniendo futuras compliaciones. Pero por otro lado, pienso que me asustaré y que,  al fin y al cabo, en la vida te pueden pasar muchas cosas, y oye, a lo mejor no te mueres de lo que te dicen los genes. Para qué voy a ir sufriendo innecesariamente. Pero otra cosa es la investigación, claro. Me pongo a pensar que hace falta que se descifren genomas de la gente para detectar y mapar en los cromosomas aquellas regiones involucradas en la enfermedades que nos acechan y encontrar un remedio molecular para ellas. La terapia molecular, que será lo más de lo más, cuando se generalice, claro.
Entonces ahora si que estoy hecho un lío, pienso. Vamos a ver: me asusto o no me asusto. La información genética se debe colgar en Internet o no. Para facilitar la investigación y el intercambio de datos entre investigadores por supuesto que sí. Pero, ay, si la intercepta uno que no tiene esa noble intención, y la vende y se hace negocio con ella y te putean y te discriminan. No me estoy aclarando nada. Vaya con el reportaje...Qué bien que se avance a toda velocidad descifrando el genoma humano o más vale que se ponga el freno y se pensemos qué estamos haciendo, o mejor, qué vamos a hacer con toda esa información.
Acto seguido me vienen más ejemplos en los que el avance científico ha ido de la mano de un, cómo llamarlo, desastre, inconveniente, handicap. La teoría de la relatividad, , los fertilizantes, la máquina de vapor, los transgénicos, la pólvora, la radiactividad, los antibióticos,  y no se cuántos avances científicos y tecnológicos más que han contribuido al progreso de la humanidad. Pero sin dudar un momento, relaciono cada uno de ellos con una contrapartida que hacen que su áurea milagrosa desaparezca más rápido de lo que dura un parpadeo.
Pero tranquilo, me digo, pues hay comités éticos que dilucidan si se hace un buen uso o no de esos nuevos hallazgos, de esas nuevas tecnologías que nos trae el progreso. Claro que, continuo diciéndome, esos comités éticos cómo sabemos que son totalmente imparciales. ¿No son humanos sus componentes y por tanto, vulnerables y proclives al error como cualquier mortal más?¿Quién garantiza que sus decisiones sean las más acertadas?
Voy perdiendo fuelle y me desanimo: seré incapaz de encontrar un respuesta. Debe ser que es imposible que todo vaya bien. Imposible que el progreso científico sea limpio, ético, seguro, justo. Aunque sea ésta su intención. Pero tampoco podemos frenarnos y volver a la edad media. La condición humana debe tener estas cosas. Así que, me digo para tranquilizarme, adelante con descifrar el genoma y prevenir y curar enfermedades. Arrepintámonos de hacer cosas, no de dejar de hacerlas. Ya encontraremos solución a los males que vamos generando por el camino mientras avanzamos por la senda del progreso y la prosperidad. Me quedo sorprendido de mí mismo: pues menuda conclusión saco de todo este embrollo. Y me quedo tan ancho.

jueves, 14 de marzo de 2013

La ciencia es puro teatro (a veces)

El título del post no va con segundas. O sí. El caso es que han llegado hasta mí dos acontecimientos teatrales que tienen a ver con la ciencia. Y he pensado: ya tienes nueva entrada. Antes de hablar de las obras en sí, me gustaría decir que he visto pocas obras teatrales cuyo argumento esté centrado en la ciencia. Digamos que un par. Son pocas sí, pero muy satisfactorias.  Pienso que el teatro tiene un gran potencial para sensibilizar y alfabetizar científicamente. Por sí mismo, el teatro es uno de los formatos artísticos que, para mí, más fuerza tiene, que consigue llegar más al público, impresionarlo más, colpire il cuore como bien dirían los italianos. Unos actores totalmente despojados de efectos disuasorios y artificiosos como los del cine, consiguen transmitir más emoción, más veracidad. Lo cual resulta perfecto para transmitir la realidad de la ciencia y de los científicos, y aún siendo teatro, despojarlos de las falácias y mitos que los envuelven. El teatro humaniza la ciencia, dispersa la niebla que, a pesar de ser cada vez menos densa, impide que la sociedad la aprecie tal y como es.
Decía que habían llegado hasta mí varios acontecimientos teatrales relacionados con la ciencia. Uno de ellos es una adaptación de la obra Re:Design del dramaturgo estadounidense  Creig Baxter, que se representará proximamente en Valencia bajo el título de Darwin (nombre con gan gancho, desde luego). Se trata de una dramatización de la correspondencia entre dos científicos: el archiconocido Charles Darwin y Asa Gray. Este último es tratado como el botánico americano más importante del siglo XIX y fue el introductor de las teorías darwinistas en los Estados Unidos de América. Por tanto, al tratarse de la relación epistolar entre dos científicos, cabe esperar de esta obra no sólo discusiones sobre la evolución, zoología o botánica, sino también sobre el trabajo como científico en un momento de profundos cambios de paradigma. Debió ser una época fascinante comparable con lo que supuso la publicación de la Teoría de la Relatividad de Einstein al principio del siglo XX o lo que supondrá la confirmación del hallazgo del Bosón de Higgs recientemente. Teorías que hacen que veamos el mundo de otra manera y logremos entenderlo mejor. Pero no sólo por eso debe resultar interesante la obra: las cartas son algo tan personal, que supongo que en la obra se podrá captar la verdadera personalidad de estos dos científicos, y tal y como decía al principio, humanizarlos y despejar la visión elitista de la gente que se dedica a la ciencia, ver que no son personajes excéntricos aislados del mundo, sino todo lo contrario, muy preocupados por todo lo que les rodea e influenciados por su estado de ánimo, por su família, sus amigos, por su día a día. La obra se pondrá representará en el teatro Flumen de València y está promovida por la Càtedra de Divulgació de la Ciència de la Universitat de València, institución que lleva a cabo una gran y variada labor divulgativa.


Otro de los eventos teatrales que han motivado este post es la lectura dramatizada de Copenhaguen de Michael Frayn, que narra el encuentro entre los físicos Neils Bohr y Werner Heisenberg que tuvo lugar justamente en la capital danesa el año 1941. No hay documento ninguno que relate lo que en ese encuentro se habló, pero debió ser significativo porqué poco después los dos científicos que habían sido grandes amigos, dejaron de hablarse. Bohr, que era judío, huyó de Dinamarca al ser ocupada por los nazis  y fue a parar a Los Alamos, donde el ejercito americano estaba desarrollando el proyecto Manhattan del que salió la bomba atómica. Por su parte, Heinsenberg estuvo a cargo del proyecto nazi para construir también la bomba atómica.  Se representará el día 19 en el Campus de la Comunicació de la Universitat Pompeu Fabra. Yo tuve ocasión de verla cuando se representó, hace un par de años, en la sala petita del TNC. Fue un montaje acertadísimo y la obra está tan bien escrita y estructurada que me mantuvo enganchado hasta el final. La presencia de un tercer personaje, la esposa de Bohr, también es fundamental para entender los dilemas a los que se enfrenta su esposo y si revelarle sus descubrimientos a Heisenberg o no. Un thriller en toda regla que permite reflexionar sobre los problemas éticos de los descubrimientos científicos. ¿Es Bohr responsable de la fabricación de la bomba atómica? ¿Hasta dónde llega la culpa de la ciencia en los usos que se dan a sus avances? ¿Progreso significa peligro?


Hablando de lecturas dramatizadas, y para ya bajar el telón , tuve ocasión de asistir a la de la obra Oxygen, de Carl Djerassi y Roald Hoffmann, que tuvo lugar en el Museu Blau a raiz del año internacional de la química que fue el 2011. Una obra brillante, ágil, divertida. Discurre paralelamente entre el Estocolmo de 2001, cuando el comité Nobel de Química tendrá que decidir a quien otorga el "Premio Nobel Retrospectivo de Química" y de 1777, momento en que se reúnen los científicos C. Lavoisier, J. Priestley,  P.B. Sheele y sus respectivas esposas convocados por el rey de Suecia para que expongan sus hallazgos sobre este importante gas. Una competición imaginaria pero que consigue mostrar la influencia, ocultada muchas veces por los cronistas, de las mujeres en los progresos científicos. Además de mostrar una pincelada de como deben ser las reuniones que deciden a quién otorgar los famosos premios suecos. Doble interés, doble acierto. No tengo constancia de que se represente proximamente. Una lástima.


En definitiva, es facil hacer el paralelismo de la ciencia como teatro, no entendido como farsa y mentira, sino como un drama que se desarrolla con un argumento que surge de la necesidad de entender y a través de unos actores, los científicos, que en definitiva trabajan para la satisfacción de un público, la sociedad, nosotros. Y cualquier estímulo que consiga despertar interés y fascinación por la ciencia y logre mostrar una imagen acertada de ella debe ser muy aplaudido, nunca mejor dicho. ¡Más teatro científico, por favor!